"Lecciones de Georgina en la Supercopa de Arabia Saudí: más allá del fútbol"
Ningún aficionado que se respete debería privarse del inmenso disfrute que esta Supercopa de España, ofrecida al mejor postor por dos astutos del negocio con el consentimiento de los grandes clubes, puede brindarnos: aprovechar los intervalos de los partidos para explorar las publicaciones en redes sociales de Georgina Rodríguez, una de las grandes celebridades españolas contemporáneas y la mejor embajadora para un país, Arabia Saudí, que la aragonesa describe, textualmente, como maravilloso, seguro y muy familiar.
Para celebrar el Día Nacional del pasado año, Gio se vistió con el tradicional caftán y posó ante las cámaras en una lujosísima tienda de Riad, visiblemente feliz y adaptada a las costumbres locales (guiño), el mismo tipo de publicidad engañosa que las autoridades del régimen buscan al subcontratar el menor de los torneos oficiales de nuestro fútbol, veremos qué ocurre en un futuro más o menos próximo con los mayores. Por el momento, ya se conocen los planes de LaLiga para trasladar algún partido oficial a suelo americano, el paso previo para subastar libremente el producto y repetir la experiencia allá donde se cosechen los mayores beneficios económicos.
A Georgina se la ve tan cómoda en el país de las ejecuciones sumarísimas que incluso ha llegado a insinuar que respetaría la norma del ayuno diurno en el mes sagrado del Ramadán, algo realmente sorprendente porque si algo hemos aprendido de su reality en Netflix es que a la modelo y empresaria le encanta comer a todas horas, con una especial debilidad por los productos ibéricos de tan difícil encaje entre las creencias religiosas y las restricciones alimenticias locales. Tan integrada se expone la esposa de Cristiano Ronaldo en sus publicaciones que uno hasta puede imaginarla pitando a Toni Kroos en la última edición del torneo, convertido el alemán en el centro de las furias locales sin que a nadie pareciese importarle demasiado, comenzando por su propio club y continuando por sus compañeros, que celebraron cada gol con la grada como si allí no hubiese pasado nada.